La carta.

A mitad de noviembre el bosque se muestra oscuro e impenetrable en mi camino de vuelta a casa. No debería sentirme nerviosa entre la conocida maleza y los árboles centenarios que flanquean la vereda, sin embargo, me veo a mí misma como una pobre caperucita atemorizada por el lobo. Las hojas secas componen su melodía a medida que las aplasto a cada paso y la luz que se filtra a través de las ramas es escasa y huidiza. Procuro darme prisa, afianzando las correas de mi mochila, como si fuese capaz de escapar del tenebroso halo que me acecha en cada rincón. Trato de pensar que todo son imaginaciones mías y que no me siento igual en verano, cuando el sol llena de vida la floresta. Sin embargo, en cuanto llego a casa, la sensación prosigue.

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Credits: Cocoparissiene

—La carta ha llegado para ti, Alicia —anuncia mi madre, con los ojos vidriosos.

     Me tiemblan las manos cuando me aferro al sobre, y subo los escalones hacia mi habitación de dos en dos. La carta no es buena, pero tampoco es algo malo. No sé mucho acerca de ella, lo único que acierto a pensar es que nadie vuelve a ser el mismo tras recibirla. Nadie. Y creo que soy demasiado joven para que haya llegado a mí.

     Mi madre aporrea la puerta y me pregunta si estoy bien, pero soy incapaz de prestarle atención. Solo atino a repetirme que no tengo la edad suficiente para esto.

     —Al hijo de Teo le llegó cuando tenía trece años, ¿recuerdas? —me dice a través de la puerta. Sabe tan bien como yo que el contenido de la carta es privado y que no debo dejar que nadie a parte mí misma llegue a leerla —. Te irá  bien.

     Pero yo no tengo la misma sensación. Luken y yo acostumbrábamos a jugar cerca del lago todas las tardes, junto al resto de la pandilla. Él me gritaba desde el camino cuando pasaba a buscarme, exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja. Me resultaba simpático y extrovertido, pero desde que la carta llegó a sus manos, cambió por completo. Nunca más volvió a pasar por delante de mi casa y es rara la ocasión que le vemos junto a alguno de los nuestros. Se ha vuelto taciturno y pensativo, como todos los que reciben la carta.

     Tengo que abrirla, lo sé, y descubrir su contenido, pero no sé si estoy preparada para ello. Todavía no.

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Credits: Pexels
Imagen destacada: créditos, Jarmoluk.

 

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