¿Qué hay, mentes inquietas?
Hoy vengo a hablaros de Gustave Flaubert, autor de, entre otras obras, Madame Bovary.
La semana pasada, durante mi visita rutinaria a la biblioteca, decidí que podía leer algo sobre literatura creativa, sobre cómo estructurar bien una narración, sobre el estilo y cosas así. En definitiva, buscaba herramientas para dotar a mis novelas de un aire más profesional y aprender cosas nuevas. Me topé, sin pretenderlo, con un epistolario de Flaubert, titulado Sobre la Creación literaria, Extractos de la Correspondencia, y comencé a leerlo allí mismo pretendiendo decidir si era de mi interés o no, antes de llevármelo a casa. ¡Y vaya si lo era!
Lo primero que voy a hacer es advertiros: es un libro para gente sensible, pero no sensible en el sentido lastimero de la palabra, sino en el más poético posible. Es un libro para personas de mente abierta, creativa, dispuestas a entender la literatura como una expresión del Arte. Y no, no estamos frente a un libro aburrido, al más puro estilo documental de sobremesa, sino ante una inspiradora recopilación de cartas íntimas que van a darnos más de una sorpresa.
Nadie toleraría la vida sin vidas prestadas, la propia no basta.
Elias Canetti.
Flaubert nos habla en sus cartas de sus inquietudes, sus incertidumbres, sus anhelos y sobre todo de su deseo de escribir, y de hacerlo bien. Habla del estilo, de la forma, de la idea como de entes vivientes que necesitasen de una mente lo suficientemente genial como para poder expresarlos en palabras. Habla de lo conciso que ha de ser uno para narrar transmitiendo, logrando que el lector experimente las emociones de los personajes o se sienta acogido en el contexto del libro, como si allí mismo se encontrase. Y lo hace desde una visión pobre de sí mismo. Se describe como una persona desubicada, que no encuentra su lugar en la sociedad, que no entiende el comportamiento de sus similares y no comparte, en absoluto, sus intereses. ¿Acaso muchos de vosotros no os sentís identificados?
He nacido hastiado. Esa es la lepra que me corroe. Estoy aburrido de la vida, de mí, de los demás, de todo.
Y dedica decenas de hojas a explicarnos lo difícil que le resultó encontrar satisfacción en sus escritos, dedicando horas y horas a la corrección de tan solo unas páginas, evitando asonancias o repeticiones. Y no solo eso, sino siendo capaz de reescribir un capítulo entero tan solo por pretender cambiar una palabra que no le convencía.
Escribía y sentía dolor, nervios, excitación. Escribía y lloraba, reía, vivía. Escribía y se dejaba llevar por sus historias hasta el punto de que un día no productivo le condicionaba la existencia.
Hace falta una voluntad sobrehumana para escribir, y yo solo soy un hombre. A veces me parece que necesito dormir durante seis meses seguidos. ¡Ay, con qué desesperación miro las cumbres de esas montañas adonde querría subir mi deseo! ¿Sabes cuántas páginas habré escrito dentro de ocho días, y desde que regresé de Paris? Veinte. ¡Veinte páginas en un mes y trabajando siete horas diarias por lo menos! ¿Y la finalidad de todo esto? ¿El resultado? Amarguras, humillaciones, nada que me sostenga si no es la ferocidad de una ilusión indomable.
Simplemente, es difícil describir la intensidad de sus cartas y todo lo que en ellas expresa. No leáis a Flaubert si no queréis que os llegue al corazón y os revuelva el espíritu para haceros ver las cosas desde otra perspectiva. La perspectiva de la emotividad; de ser capaz de pasar por encima de las obviedades y detenerse a admirar la poesía en cada rincón del mundo: en la copa de un árbol, en el ladrido de un perro, en el suspiro de un niño. No leáis a Flaubert si no pretendéis dejaros conmover por la autoexigencia de un hombre altamente sensible, incomprendido, incapaz de ver su propia genialidad. No leáis a Flaubert si buscáis una novela de entretenimiento. Hacedlo solo para adorar la Expresión de la Idea, del todo.
Se puede juzgar la calidad de un libro por la cantidad de puñetazos que te ha dado y por el tiempo que luego has tardado en recuperarte.
Quiero recomendar este libro principalmente a todos aquellos escritores, noveles o no, que se centran en redactar capítulos y capítulos, novelas y más novelas, sin disfrutarlas realmente; sin encontrar su auténtica conexión con ellas. Se escribe por y para el Arte. Por y para nosotros, aunque muchas veces se nos llega a olvidar.
Me encanta esta entrada, me he sentido identificada, de verdad, porque a veces pienso que me he equivocado de época. Para mí escribir es un arte que uno debe sentir y le debe de llenar y satisfacer.
No hace falta decir que lo buscaré en la biblio la próxima vez.
Un beso guapa.
Me gustaMe gusta
Te encantará, Sandra. Es tan intenso y emotivo que te llegará al corazón.
Me gustaMe gusta